jueves, 7 de noviembre de 2019

Ronroneos (Óscar Hernández-Campano)






Era ya de noche cerrada cuando me aventuré a entrar ―como hago de cuando en cuando― en esta pequeña e histórica librería de segunda mano. El olor de Hermanos Vidal es muy característico, y uno no tarda en sentirse a gusto allí, entre volúmenes que aguardan otra oportunidad, entre palabras escritas a la espera de hallar un nuevo lector al que poder cautivar con sus secretos. Aquel día salí aparentemente sin nada; ninguno de los ejemplares del interior había conseguido captar mi atención. Conforme me ajustaba bien el abrigo y la bufanda ―el cierzo arreciaba por momentos―, mi mirada se detuvo en una pequeña caja a la izquierda de la entrada. Y allí estaba El viaje de Marcos, entre una montaña de libros. Así, por el capricho del destino, fui como descubrí el arte de Óscar Hernández-Campano, un autor que desde ese instante se convirtió en imprescindible. No tardaría en devorar aquella novela, donde un hombre ya adulto, Marcos, regresa a Molinosviejos, el pueblo en el que veraneaba durante la infancia y adolescencia, un lugar en el que quedó trágicamente interrumpida su vida. Y antes de finalizar la trama, estaba de vuelta en la librería, pues recordaba haber visto otra obra suya, aunque, en realidad, esa es otra historia...

Quizás sorprenda a alguno esta pequeña entradilla, más propia del inicio de un relato o de una novela, pero este autor en particular, sin duda, bien se la merece, pues para mí marcó un antes y un después. Han transcurrido unos años desde mi primera toma de contacto con Óscar Hernández-Campano, habiendo podido disfrutar entretanto de otras dos novelas y de su primera antología de cuentos. El 2019 ha supuesto el regreso del prolífico autor, que se había hecho de rogar tras la publicación de El guardián de los secretos: la participación en la antología Vagos y maleantes, una novela de aventuras juvenil, El secreto del elixir mágico, y una segunda antología de relatos en clave gatuna, Ronroneos, obra en la que se centra la presente reseña.

A diferencia de su primera colección de cuentos, en Ronroneos todos los relatos tienen por protagonistas a estos simpáticos felinos que todos conocemos. El embrión para esta idea aparecería en un relato previo, “Ya no tengo miedo”. Óscar Hernández-Campano saca su lado más íntimo y también más sencillo, entrando en la psique de estos pequeños animales a los que adora, a través de los cuales nos invita a reflexionar a través de las fábulas, las dobles lecturas, los juegos de palabras o la sátira. Los temas que trata el autor no solo están relacionados con los animales y su bienestar (maltrato, abandono, vida entre rejas, castración, dependencia, etc.), sino también con nuestra propia percepción del tiempo y del espacio.

Nosotros, los seres humanos, nos empeñamos en dominar y controlar el dichoso tiempo ―algo que ya denunció Michael Ende en Momo―, pero ¿no seríamos más felices en un mundo más simple, quizás caminando sobre cuatro patas? Eso es lo que opina la protagonista de “Reina”. El devenir infinito de los días desdibuja ese espíritu que todos teníamos en un origen, esa capacidad de ilusión primigenia. Asimismo, continuando esa línea existencialista, se nos presenta otra interesante pregunta en “Gato encerrado”: ¿somos acaso como los hámsteres y los gatos, condenados a vivir “encerrados”? Al fin y al cabo, todos acabamos viviendo en una suerte de rejas ―bien sean de metal o de ladrillo―, que solo se diferencian por su tamaño.

¿"La concejala matagatos"?
Como buen humanista, Óscar Hernández-Campano no se olvida tampoco del mundo que lo rodea, denunciando distintas realidades, la primera de ellas, la indecente clase política. El primer revés a este estamento está presente en un relato experimental ―“El gato Cooper”―, en el que el autor busca ponerse una nueva meta y demostrar su maestría en el uso del lenguaje elaborando una descripción ininterrumpida. Este recurso recuerda a capítulos de grandes obras como El paraíso de las damas (Émile Zola) o El retrato de Dorian Gray (Oscar Wilde). Mientras que Zola opta por describir las telas de un comercio, Wilde presenta minuciosamente el interior de un estudio. Y no solo arremete en este relato, sino también en “La concejala matagatos”, donde veremos a una política ávida de poder que recuerda a una Cruella de Vil gatuna. Para estas críticas emplea la sátira, exagerando las perversiones de la sociedad actual, un concepto que podemos encontrar en otros autores contemporáneos, caso de Carmelo Romero y El diputado Pardo Bigot.

Óscar Hernández-Campano también encuentra un hueco para el compromiso social con el colectivo LGTIBQ (“La gata que coleccionaba calzoncillos”), un elemento común en todas y cada una de sus publicaciones. En esta antología, el autor denuncia la situación que sufren los mayores del colectivo: la soledad. ¿Qué hacer ante una vida de sexo desenfrenado que no es sino una búsqueda constante del amor y del cariño, dos sentimientos que suelen apagarse tras culminar el acto? El autor revela así la necesidad humana de vivir en compañía (“el hombre es un ser social por naturaleza”) y plantea la tragedia de morir solo, de pura tristeza. Todo ello invita a la reflexión: el deseo vehemente de los cuerpos hercúleos, las necesidades físicas imperiosas..., todo ello se transforma en un círculo vicioso, en una espiral que conduce a un final triste y doloroso: saber que no eres querido por un igual.

Por último, la Historia juega un papel muy relevante en esta antología, y el autor pone un especial énfasis en ello. En ese sentido se podrían relacionar dos de los siete relatos: “El increíble periplo del gato León” y “Raza universal”. No importa el salto temporal entre ambas historias, el mensaje es el mismo: ¿está condenado el ser humano a repetir irremediablemente los errores de la Historia? ¿Por qué es imposible cambiar? La clave viene marcada en la frase que pronuncia la astronauta Laura Gibbons al pisar suelo marciano: “la humanidad es, desde ahora, una raza universal”. Pero nunca podremos ser realmente una raza universal “si no somos capaces de empatizar con los seres [incluyendo nuestros semejantes] con los que nos encontremos en el camino de nuestro imparable progreso”. Hemos de convivir en armonía con el medio en que vivimos, pues no nos pertenece, sino que formamos parte de él. Puede que en cierta manera tengamos que volver a nuestro punto de partida “animal”, siendo curiosos y juguetones como los gatos, pero sin convertirnos en las “bestias” incapaces de vivir en sociedad, tal y como aseguraba Aristóteles.

No cabe duda de que este proyecto ha sido todo un reto para Óscar Hernández-Campano, quien consigue brillar en muchas de las historias, aunque puede que para sus seguidores más acérrimos se quede corto en otras. No obstante, el conjunto resulta muy estimulante, pues conforme transcurren los días ―incluso semanas― tras haber finalizado Ronroneos, muchos de sus mensajes continúan presentes, y pocas son las obras que lo consiguen.

Como bien habéis podido comprobar, esta no es una antología al uso. Conformada por siete relatos ―como las siete vidas de los gatos―, plantea importantes interrogantes, desdibujando en muchas ocasiones al hombre, cuyas formas son más propias del comportamiento gatuno, mientras que los pequeños felinos demuestran que pueden ser más humanos que nosotros mismos. Y el autor lo hace patente con un estilo sencillo, disfrazando todo de fábula, pero consiguiendo emocionar, incluso aunque ya se intuya el desenlace. Sencillez y minimalismo podrían ser las máximas de Ronroneos; el resultado, emoción pura. 

Tapa blanda: 175 páginas
Editor: Flores Raras
ISBN-13: 978-8412045901
Página web del autor: Óscar Hernández-Campano
¿Dónde comprar?: En librerías

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