Era ya de noche cerrada cuando me aventuré a entrar ―como hago de cuando en cuando― en esta pequeña e histórica librería de segunda mano. El olor de Hermanos Vidal es muy característico, y uno no tarda en sentirse a gusto allí, entre volúmenes que aguardan otra oportunidad, entre palabras escritas a la espera de hallar un nuevo lector al que poder cautivar con sus secretos. Aquel día salí aparentemente sin nada; ninguno de los ejemplares del interior había conseguido captar mi atención. Conforme me ajustaba bien el abrigo y la bufanda ―el cierzo arreciaba por momentos―, mi mirada se detuvo en una pequeña caja a la izquierda de la entrada. Y allí estaba El viaje de Marcos, entre una montaña de libros. Así, por el capricho del destino, fui como descubrí el arte de Óscar Hernández-Campano, un autor que desde ese instante se convirtió en imprescindible. No tardaría en devorar aquella novela, donde un hombre ya adulto, Marcos, regresa a Molinosviejos, el pueblo en el que veraneaba durante la infancia y adolescencia, un lugar en el que quedó trágicamente interrumpida su vida. Y antes de finalizar la trama, estaba de vuelta en la librería, pues recordaba haber visto otra obra suya, aunque, en realidad, esa es otra historia...
Quizás sorprenda
a alguno esta pequeña entradilla, más propia del inicio de un relato o de una
novela, pero este autor en particular, sin duda, bien se la merece, pues para
mí marcó un antes y un después. Han transcurrido unos años desde mi primera
toma de contacto con Óscar Hernández-Campano, habiendo podido disfrutar
entretanto de otras dos novelas y de su primera antología de cuentos. El 2019
ha supuesto el regreso del prolífico autor, que se había hecho de rogar tras la
publicación de El guardián de los
secretos: la participación en la antología Vagos y maleantes, una novela de aventuras juvenil, El secreto del elixir mágico, y una
segunda antología de relatos en clave gatuna, Ronroneos, obra en la que se centra la presente reseña.

Nosotros, los
seres humanos, nos empeñamos en dominar y controlar el dichoso tiempo ―algo que
ya denunció Michael Ende en Momo―,
pero ¿no seríamos más felices en un mundo más simple, quizás caminando sobre
cuatro patas? Eso es lo que opina la protagonista de “Reina”. El devenir
infinito de los días desdibuja ese espíritu que todos teníamos en un origen,
esa capacidad de ilusión primigenia. Asimismo, continuando esa línea
existencialista, se nos presenta otra interesante pregunta en “Gato encerrado”:
¿somos acaso como los hámsteres y los gatos, condenados a vivir “encerrados”?
Al fin y al cabo, todos acabamos viviendo en una suerte de rejas ―bien sean de
metal o de ladrillo―, que solo se diferencian por su tamaño.
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¿"La concejala matagatos"? |
Óscar
Hernández-Campano también encuentra un hueco para el compromiso social con el
colectivo LGTIBQ (“La gata que coleccionaba calzoncillos”), un elemento común
en todas y cada una de sus publicaciones. En esta antología, el autor denuncia
la situación que sufren los mayores del colectivo: la soledad. ¿Qué hacer ante
una vida de sexo desenfrenado que no es sino una búsqueda constante del amor y
del cariño, dos sentimientos que suelen apagarse tras culminar el acto? El
autor revela así la necesidad humana de vivir en compañía (“el hombre es un ser
social por naturaleza”) y plantea la tragedia de morir solo, de pura tristeza. Todo
ello invita a la reflexión: el deseo vehemente de los cuerpos hercúleos, las necesidades
físicas imperiosas..., todo ello se transforma en un círculo vicioso, en una
espiral que conduce a un final triste y doloroso: saber que no eres querido por
un igual.
Por último, la
Historia juega un papel muy relevante en esta antología, y el autor pone un
especial énfasis en ello. En ese sentido se podrían relacionar dos de los siete
relatos: “El increíble periplo del gato León” y “Raza universal”. No importa el
salto temporal entre ambas historias, el mensaje es el mismo: ¿está condenado
el ser humano a repetir irremediablemente los errores de la Historia? ¿Por qué
es imposible cambiar? La clave viene marcada en la frase que pronuncia la
astronauta Laura Gibbons al pisar suelo marciano: “la humanidad es, desde
ahora, una raza universal”. Pero nunca podremos ser realmente una raza
universal “si no somos capaces de empatizar con los seres [incluyendo nuestros
semejantes] con los que nos encontremos en el camino de nuestro imparable
progreso”. Hemos de convivir en armonía con el medio en que vivimos, pues no
nos pertenece, sino que formamos parte de él. Puede que en cierta manera
tengamos que volver a nuestro punto de partida “animal”, siendo curiosos y juguetones
como los gatos, pero sin convertirnos en las “bestias” incapaces de vivir en
sociedad, tal y como aseguraba Aristóteles.
No cabe duda de
que este proyecto ha sido todo un reto para Óscar Hernández-Campano, quien
consigue brillar en muchas de las historias, aunque puede que para sus
seguidores más acérrimos se quede corto en otras. No obstante, el conjunto
resulta muy estimulante, pues conforme transcurren los días ―incluso semanas―
tras haber finalizado Ronroneos,
muchos de sus mensajes continúan presentes, y pocas son las obras que lo
consiguen.
Como bien habéis
podido comprobar, esta no es una antología al uso. Conformada por siete relatos
―como las siete vidas de los gatos―, plantea importantes interrogantes,
desdibujando en muchas ocasiones al hombre, cuyas formas son más propias del
comportamiento gatuno, mientras que los pequeños felinos demuestran que pueden
ser más humanos que nosotros mismos. Y el autor lo hace patente con un estilo
sencillo, disfrazando todo de fábula, pero consiguiendo emocionar, incluso aunque
ya se intuya el desenlace. Sencillez y minimalismo podrían ser las máximas de Ronroneos; el resultado, emoción pura.
Tapa blanda: 175 páginas
Editor: Flores Raras
ISBN-13: 978-8412045901
Página web del autor: Óscar Hernández-Campano
¿Dónde comprar?: En librerías
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